Dios nos concede la sabiduría para consolar a quien ha perdido a un ser querido |
¿Cómo enfrentar y superar la pérdida de un ser querido?
Escrito Por VIDA DE EXITO
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1.
Lectura Bíblica: Salmo
39:2; 73:21; 116:3; 119:28; Salmo 41:3; 91:4
2. Objetivos:
2.1. Que al término de la reunión de Célula
Familiar los concurrentes comprendan la
importancia de saber afrontar a nivel de la familia, la pérdida de un ser
querido.
2.2. Que al término de la reunión de Célula
Familiar los concurrentes comprendan que
Dios nos consuela en el dolor cuando se produce la pérdida de un ser querido.
2.3. Que al término de la reunión de Célula
Familiar los concurrentes comprendan de
qué manera debemos proceder cuando se produce la pérdida de un ser querido.
3. Desarrollo
del tema:
Apenas iba
llegando del trabajo, cuando lo llamaron por teléfono. Jamás lo esperó. Un
golpe muy fuerte. Mientras asentía con la cabeza, indicando que comprendía el
mensaje, las lágrimas surcaron su rostro. El dolor lo embargaba. Dejó el
auricular sobre la mesa, luego miró a su esposa y se atrevió a musitar:
--Murió mi madre… Hace unos minutos apenas; me lo acaba de confirmar Raúl. Creo que es
mejor que te arregles. Vamos para allá. —
Rebeca lo
abrazó. Fue lo único que atinó a hacer. Ella misma estaba consternada. La
escena era inconcebible para una pareja que siempre había gozado de
tranquilidad.
--No te preocupes. Cálmate. Todo saldrá bien--,
trató de tranquilizarlo.
--¿Qué
tome las cosas con calma? ¡Por Dios, Rebeca! Es mi madre la que acaba de morir.
¡Claro, a ti no te afecta como a mí!.--
La mujer se
quedó mirándolo aterrada. No salía de su asombro. Jamás había sido así. En lo
más profundo de su ser se sintió herida. Aquello era más de lo que podía
esperar. Ella también comenzó a llorar, en esa extraña mezcla de tristeza por
la pérdida de su suegra y desconsuelo por lo que había ocurrido con su marido.
Él por su
parte, debía conjugar dos momentos dramáticos: de un lado la sensación de vacío
que le despertaba la pérdida de su madre, y de otra parte, el desaliento tras
comprobar que había ofendido a su cónyuge. No sabía cuál de los dos
sentimientos encontrados le provocaba más angustia. De camino al hospital no
podía concentrarse mientras conducía… ¡Aquél día se le había convertido en una
tragedia.
1. Enfrentando situaciones inesperadas
La pérdida de
un ser querido jamás estará dentro de nuestras expectativas inmediatas. Por una
extraña razón, inherente al ser humano, pensamos en todo menos en que algo malo
pueda ocurrir. En momentos así lo menos aconsejable es abordar a la persona con
recomendaciones tales como: “No te
preocupes”, “Hay que resignarse”,
“A todos nos puede ocurrir”, “No importa, al fin y al cabo la vida sigue”,
“Tienes una familia que te ama, y todo
volverá a ser normal”, entre otras expresiones.
En momentos
así, en los que se confunden las emociones, lo más probable es que la persona
reaccione con molestia ante las instrucciones para conservar la serenidad.
Incluso, es posible que interprete esos consejos como una manifestación de
incomprensión e intolerancia por parte de su interlocutor.
Una
inclinación, muy natural, es a querer morirse también. En medio del dolor, el
mundo se torna gris y llegan a concebir que nada tiene sentido, ni siquiera la
existencia. Pueden incluso razones que nadie alrededor alcanza a imaginar
siquiera lo que está experimentando.
Para ser
sinceros, usted y yo jamás dimensionamos lo que está sintiendo el otro. Es
probable que hayamos pasado por situaciones similares, pero no habremos sentido
lo mismo. Recuerde que cada uno tiene su propia forma de asumir los períodos de
dificultad. Con ese precedente, lo más aconsejable es permitirle que se
desahogue, bien sea hablando o llorando. No interrumpirle, simplemente
permitirle que saque todo el dolor que lleva dentro. Es esencial que vivan el
duelo particular a su drama.
2. ¿Cómo podemos ayudar a alguien en momentos de dolor?
Cuando alguien
atraviesa por el dolor de perder un ser querido, lo esencial es que le
brindemos acompañamiento. No juzgarle, señalarle o indicarle qué es lo que debe
hacer. Simplemente acompañarle, estar a su lado, que sea que hay alguien que
desea brindarle su respaldo.
Otras
sugerencias en casos así son:
a. Escuchar sin interrumpir
b. No procurar que cambie de tema
c. Aconsejarle—en caso que haya
lugar—pero midiendo mucho cada palabra
d. No colarnos como ejemplo de alguien
que sí sabe manejar situaciones traumáticas
e. No imponerle tiempos o un cronograma
para que haya “resuelto” su situación
de duelo
f. No espere que la persona resuelva el
conflicto de la noche a la mañana
g. En caso que la persona reaccione
agresivamente, comprenda que está viviendo un momento difícil
Todos hemos
pasado o tal vez atravesaremos por situaciones traumáticas, que desencadenan un
conflicto interno.
En nuestra
condición de cristianos, es a Dios a quien recurrimos en momentos complejos,
para pedirle sabiduría, que nos ayude a encontrar las palabras apropiadas para
aconsejar a quien vive una etapa de dolor emocional.
Las Escrituras,
que siempre tienen una respuesta a nuestros interrogantes y nos brindan
principios prácticos y sencillos para avanzar hacia la superación de los
conflictos, enseña que es natural sentir que todo alrededor se vuelve gris
cuando el dolor embarga nuestro corazón. El rey David escribió: “El dolor me nubla la vista; ¡se me nubla por culpa de
mis enemigos!.”(Salmo 6:7) En momentos así, enfrentamos
desánimo, y la concepción de que todo en torno nuestro no constituye más que un
laberinto sin salida: “¡El dolor y los
lamentos acaban con los años de mi vida! La tristeza acaba con mis fuerzas; ¡mi
cuerpo se está debilitando!.”(Salmo 31:10)
Aunque los
pasajes bíblicos se escribieron muchos siglos antes de que la sicología hiciera
los modernos descubrimientos en el
manejo de las situaciones de conflicto, los autores sagrados tenían claro que
es fundamental el proceso del desahogo: “Cuando pienso
en estas cosas, doy rienda suelta a mi dolor. Recuerdo cuando yo iba con la
gente, conduciéndola al templo de Dios entre gritos de alegría y gratitud. ¡Qué
gran fiesta entonces!.”(Salmo 42:9), sobre todo cuando se experimenta la sensación de amargura,
desánimo y profundo dolor, difícil de describir con palabras (Cf. Salmo 39:2;
73:21; 116:3; 119:28)
5. Entregar el dolor emocionar a Dios
El paso más
apropiado, tal como lo enseña la
Biblia , es entregar a Dios toda nuestra angustia y tristeza: “El Señor le dará fuerzas en el lecho del dolor;
¡convertirá su enfermedad en salud!”(Salmo 41:3) Nuestro amado
Padre, promete cuidarnos: “…pues te
cubrirá con sus alas y bajo ellas estarás seguro. ¡Su
fidelidad te protegerá
como un escudo!”(Salmo 91:4)
Por su parte,
el apóstol Pedro recomendó que todos esos sentimientos encontrados, que
provocan dolor y desaliento, debemos someterlos al Señor: “Dejad
todas vuestras preocupaciones a Dios, porque él se preocupa de vosotros.”(1
Pedro 5:7)
Entregar al
Señor todo cuanto nos doblega, no es otra cosa que dejar esos hechos dolorosos
en Sus manos y permitir que obre en nuestra existencia, trayendo paz, como dice
el apóstol Pablo: "Por nada estéis afanosos, sino sean
conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con
acción de gracias. Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardará
vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús."(Filipenses
4:6, 7)
Le invito a
considerar el hecho de que, para el autor, es imprescindible que vayamos al
Padre celestial en oración. Volcarle todo cuando hay en nuestro corazón. Es
decirle cómo nos sentimos, el temor que nos embarga y el desasosiego que gana
terreno. Él nos comprende, no nos cuestiona y abre puertas para encontrar
soluciones.
La respuesta,
tal como la describe el apóstol Pablo, proviene de Dios y se evidencia en una “paz que sobrepasa todo entendimiento”.
Esa paz traerá sosiego a nuestras emociones y nos ayudará a controlar los
pensamientos que nos avivan el dolor y la tristeza.
¡Hay salida
para el sufrimiento! Está en Dios. Él quiere ayudarnos, pero es necesario que
le abramos las puertas del corazón. Vuelva su mirada Él, sin temor, ya que no
quedará avergonzado. Si tiene alguna inquietud, por favor, no dude en
escribirme a pastorfernandoalexis@hotmail.com
o llamar al (0057)317-4913705.
© Fernando
Alexis Jiménez
4. Preguntas
para la discusión en grupo:
a. ¿Hemos
enfrentado la pérdida de un ser querido?
b. ¿Cómo
hemos manejado el dolor que esta situación desencadena?
c. ¿La
crisis ha tocado a nuestra puerta como consecuencia de la pérdida de un ser
querido?
d. ¿En
dónde o en quien hallamos fortaleza en los momentos de crisis?
e. ¿Procuramos
la ayuda de Dios en los momentos difíciles?
f. En
adelante someteremos a Dios, como familia, todos los momentos difíciles por los
que estemos atravesando.
5. Oración al terminar la Célula familiar:
“Amado
Señor, te damos gracias porque estamos creciendo—gracias a tu ayuda—en todas
las áreas como familia. Te agradecemos porque has sido fiel con los que
integramos el hogar. Pedimos delante de tu presencia que nos des la sabiduría
necesaria para manejar situaciones difíciles y más, cuando se trate de la
pérdida de un ser querido. En tus manos sometemos nuestra familia y te pedimos,
nos ayudes a seguir avanzando en el proceso de crecimiento personal y
espiritual. Amén”
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