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Si Dios gobierna nuestra familia, tendremos la victoria en todo lo que emprendamos |
1. Lectura Bíblica: Josué 24:15; Salmo 127:1, 2;
2. Objetivos:
2.1. Que al término de la reunión de Célula
Familiar los concurrentes se comprometan a vivir y servir a Dios.
2.2. Que al término de la reunión de Célula
Familiar los concurrentes se comprometan
a edificar sus hijos en principios y valores.
3. Desarrollo
del tema:
¿Cuándo una familia llega a ser sólida? Cuando Dios
ocupa el primer lugar (Salmo 127:1, 2). La crisis en la relación de pareja y en
el trato con los hijos se produce cuando marginamos al Señor de nuestra
existencia y del núcleo familiar.
Como Dios ama la familia, a nuestro adversario
espiritual, Satanás, le interesa generar desestabilización. Un ejemplo claro lo
encontramos con dos fundamentos: el primero, la legislación cada vez más
flexible para propiciar el divorcio—que golpea a los hijos, por supuesto--, y
de otro lado el aumento inusitado de comportamientos inmorales como el
adulterio.
Aquí cabe tener en cuenta lo que enseña el autor y
conferencista internacional, Gary Rosberg: “No
hay nada mejor para Satanás que
desanimarle, debilitar su matrimonio y sumar a su libro de victorias, que un
hogar roto. Por eso afirmamos que su matrimonio y familia son su ministerio.
Sin la primera línea de defensa en la cual puede tener su impacto personal.” (Gary y Barbara Rosberg. “Matrimonios a
prueba de divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU. 2004. Pg. 56)
El propósito eterno de Dios es que nuestros
matrimonios tengan al menos cuatro características que les ayudan a
sobreponerse a todas las dificultades que salen al paso: solidez emocional y
espiritual, crecimiento permanente en la pareja pero también al interactuar con
los hijos, madurez en todas las áreas y relaciones emocionalmente sanas. Esos
cuatro fundamentos, insistimos, ayudan a alejar la amenaza del divorcio cuando
llegan las primeras dificultades.
3.1. Vivir para
Dios
Si ha alago están llamados todos los componentes del
hogar, es a vivir para Dios. Nos asegura solidez pero además, crecimiento
permanente. ¿Es posible? Por supuesto que sí. ¿En qué momento? Cuando le
abrimos nuestras vidas al Señor y permitimos que obre en nuestra existencia.
Si nuestro amado Padre celestial ocupa el centro del
hogar, estaremos alerta ante las señales de que algo anda mal con el fin de que—con ayuda del Señor—apliquemos los
correctivos permanentes.
El autor y conferencista, Gary Rosberg, enseña que: “Hay un largo viaje desde el sueño matrimonial hasta el
divorcio, pero existen una serie de etapas intermedias y de carteles de advertencia que te
permitirán saber si estás descendiendo hacia el divorcio emocional.” (Gary y Barbara Rosberg. “Matrimonio a prueba de
divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU. 2004. Pg. 30)
Vivir para Dios parte de dejarnos transformar, aplicar
principios y valores que renueven nuestra forma de pensar y actuar, y
desarrollar—a partir de ese momento—una buena relación con el cónyuge y los
hijos.
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Jamás olvide que el secreto de la victoria familiar, es que Dios gobierne en nuestro hogar |
El apóstol Pablo escribió: “Hagan todo lo posible por vivir en paz con todos.”(Romanos
12:18. NTV). Lea con cuidado este texto. Esa breve línea nos
llama la atención sobre dos cosas: la primera, la necesidad de mantener buenas
relaciones con todos—comenzando por supuesto, por nuestra familia--, y la
segunda, disponer nuestro corazón para que esa relación con las personas
cercanas a nuestro entorno, sea buena, que traiga paz y no los conflictos
habituales a los que terminamos por acostumbrarnos.
3.2. Educar en
principios y valores
Si formamos nuestra familia
bajo sólidos principios y valores, los que aprendemos de las Escrituras, sin
duda experimentaremos en conjunto cambio, y ligado a esa transformación,
crecimiento permanente en todas las áreas.
¿De qué manera generamos
impacto en la familia, para transferir lo que hemos aprendido? A través del
ejemplo. Si vivenciamos a Cristo en nuestra cotidianidad, podemos aplicar
correctivos cuando algo anda mal en la relación de pareja, o cuando nuestros
hijos cometen errores.
Corregir a los hijos es
necesario, como leemos en el libro de los triunfadores que es la Biblia: “La
vara y la reprensión dan sabiduría, pero el niño consentido avergüenza a su
madre.”(Proverbios 29:15. La Biblia de Las Américas)
Cuando nos negamos a corregir
los hijos, no solo cometemos un grave error, sino que además estamos sembrando
en ellos las semillas para el fracaso. A menos que se corrijan los errores a
tiempo, tendemos a cometer fallas mayores y por tal motivo, las consecuencias
serán más dolorosas.
3.3. O vivir para Dios o para la maldad
A las puertas de concluir una de las más grandes
avanzadas para tomar la tierra prometida, Josué el conquistador israelita dijo
al pueblo en nombre del Padre celestial: “Yo te di tierra
que no habías trabajado y ciudades que no construiste, en las cuales vives
ahora. Te di viñedos y huertos de olivos como alimento, aunque tú no los
plantaste.”(Josué 24:13)
Si Dios ha sido tan especial con nosotros, debemos
retribuirle. Es algo a lo que no estamos obligados; lo hacemos por amor a Aquél
que nos amó primero.
Es una determinación que cada uno de nosotros toma.
Nadie nos obliga. Y si los padres lo hacemos, sin duda lo hará nuestra familia.
Por ese motivo, Josué se dirigió al pueblo en los siguientes términos: “Por lo tanto, teme al Señor y sírvelo
con todo el corazón. Echa fuera para siempre los ídolos que tus antepasados
adoraron cuando vivían del otro lado del río Éufrates y en Egipto. Sirve
únicamente al Señor. Pero si te niegas a servir al Señor, elige hoy
mismo a quién servirás. ¿Acaso optarás por los dioses que tus antepasados
sirvieron del otro lado del Éufrates? ¿O preferirás a los dioses de los
amorreos, en cuya tierra ahora vives? Pero en cuanto a mí y a mi familia,
nosotros serviremos al Señor.”(Josué 24:14, 15. NTV)
El pasaje es breve pero altamente revelador porque
plantea que es a Dios a quien debemos servir—nosotros y nuestra familia--. Reconocerlo como nuestro
Dios y disponernos para Él. Una elección que nadie más que nosotros podemos
tomar. Insisto, si lo hacemos, lo hará también nuestro cónyuge y nuestros hijos
(Cf. )
Si volvemos la mirada a Dios, y Él gobierna nuestra
vida y nuestra familia, tenemos asegurada la victoria en la relación de pareja
y también con nuestros hijos.
Jamás olvide que estamos llamados a velar por nuestro
bienestar emocional, el de nuestro cónyuge y el de nuestros hijos. Es una
respuesta al amor de Dios que siempre ha tenido en Su corazón a nuestros
hogares. Tenga presente que es en el hogar donde nuestros hijos tienen la
primera aproximación al Señor, en donde se educan en principios y valores, y
donde se sientan las bases para que permanezcan en fidelidad a Él.
4. Preguntas
para la discusión en grupo:
a. ¿Hay solidez en su familia?
b.
¿Qué impide que haya solidez y entendimiento en su hogar?
c.
¿Reina Dios en su familia?
d.
¿Ya dispuso que usted y su familia servirán al Señor?
e.
Una meta: abrirle a Dios las puertas de nuestra familia, y dejarle que Él
gobierne.
5. Oración al terminar la Célula familiar:
“Amado Padre celestial, como
familia reunida en este lugar, presentamos todos los integrantes del hogar para
pedirte que nos guíes, des sabiduría y permitas, permanezcamos cada día más
unidos. Danos la fortaleza amado Señor para enfrentar las dificultades y la
perseverancia suficiente para no permitir que cualquier inconveniente nos lleve
a desistir a la unidad que estamos llamados en el núcleo familiar. Sometemos
nuestras vidas y nuestros planes en tus manos. Amén”
© Fernando Alexis Jiménez
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