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El propósito de Dios: Bendecir nuestra familia


Por la obra de Jesús en la cruz, somos bendecidos como familia


1. Lectura Bíblica: Levítico 26:1, 14-17; Levítico 26:40, 44, 45

2. Objetivos:

Que al término de la Célula Familiar los concurrentes comprendan la importancia de ser fieles a Dios porque a través de nuestra fidelidad, Dios desea bendecirnos rica y abundantemente a nosotros y a nuestra descendencia.
Que al término de la Célula Familiar los concurrentes comprendan que se pueden dar al interior de la familia maldiciones generacionales, la necesidad de romperlas en el Nombre del Señor Jesús y comenzar a disfrutar las bendiciones de Dios.


3. Desarrollo del tema

No se imagina cuántas personas escriben diariamente pidiendo oración por sus vidas y liberación de maldiciones sobre su salud, economía y espiritualidad. Son infinidad. ¿La razón? Esas personas abrieron—de manera voluntaria o involuntaria—puertas a las maldiciones y sus consecuencias trascienden la distancia, el tiempo y la ubicación.
Aun cuando usted se vaya a vivir a otra ciudad, tenga otro trabajo o incluso, tenga a disposición los mejores médicos especialistas, las consecuencias producto de haber sido maldecido por obrar contrario a la voluntad de Dios, persistirán.
Por favor, no me malentienda: Nuestro Padre celestial no es un Dios empecinado en “pillarlo” cometiendo errores para castigarlo. Definitivamente no. Sin embargo, si anhelamos recibir de Él bendiciones en todas las áreas de nuestra existencia, lo mínimo que le debemos es fidelidad, y esta lealtad ase expresa en el cumplimiento de sus mandatos.
Dios enseñó a Su pueblo Israel y también a nosotros hoy: No se hagan ídolos, ni levanten en su tierra imágenes talladas ni columnas sagradas ni piedras esculpidas para rendirles culto. Yo soy el Señor su Dios…Sin embargo, si no me escuchan ni obedecen todos estos mandatos,  y si rompen mi pacto al rechazar mis decretos, al tratar mis ordenanzas con desprecio y al rehusar obedecer mis mandatos,  yo los castigaré. Traeré sobre ustedes terrores repentinos: enfermedades debilitantes y altas fiebres que harán que sus ojos fallen y que su vida se consuma poco a poco. Sembrarán sus cosechas en vano porque sus enemigos se las comerán.  Me volveré contra ustedes, y sus enemigos los derrotarán. Aquellos quienes los odian los gobernarán, y ustedes huirán, ¡aun cuando nadie los esté persiguiendo”(Levítico 26:1, 14-17. Nueva Traducción Viviente)
Una mujer vino en procura de orientación y oración. Padecía diversas dolencias, a las que los médicos no encontraban explicación, al tiempo que su economía iba en picada. “Todo cuanto emprendemos termina en derrota”, se lamentó.
Al revisar su vida reconoció que, en su juventud, iba donde brujas que le adivinaran el futuro y le recomendaran riegos para la prosperidad. En esas prácticas invirtió mucho dinero, el mismo que ahora le estaba haciendo falta.
Sólo cuando admitió delante del Señor su pecado al abrir puertas al ocultismo, renunciar voluntariamente a esas actividades y cerrar puertas, pudo recibir sanidad y emprender un camino firme hacia la bendición. Encontró que en Jesucristo sí hay prosperidad auténtica y no la que ofrecen el adversario espiritual, Satanás y todas sus huestes.
Es importante orar a Dios pidiendo su guía para descubrir en dónde y de qué manera se pudieron dar las maldiciones generacionales, y romperlas en el Nombre del Señor Jesús.
            Si Cristo Jesús, nuestro amado Salvador, ocupa el centro de nuestra familia, estamos llamados a ser ricamente bendecidos. No lo olvide jamás. Jesús es el centro de nuestro hogar, si no lo es aún, ábrale hoy las puertas de su casa para que gobierne su casa y la de su familia.

3.1. Dios desea que seamos ricamente bendecidos

Si algo no podía creer Raquel, era que su situación de salud y la crisis económica que se agudizaba cada día más, obedeciera a prácticas muy lejanas de ocultismo. “No creo que haya relación entre una cosa y otra”, aseguró con un gesto de escepticismo que guardó por mucho tiempo.
Ese día, fue el fin del diálogo, que se reanudó dos semanas después cuando regresó a la iglesia. Estaba desesperada. La situación iba de mal en peor. “Creo que ahora sí no encuentro salida para la situación”, se quejó.
Al comienzo no reconocía haber cometido ningún error. “Soy buena persona—dijo--. No le hago mal a nadie, si alguien necesita le ayudo… No sé qué pude hacer hecho mal”.
Dios desea que nuestra familia experimente bendiciones
Revisando su vida reconoció que, en cierta ocasión y cuando sospechaba que su esposo le era infiel, consultó una adivina. Incluso, le hizo un “trabajo” procurando que nadie lo robara de su lado. Incluso pidió que su cónyuge “no le diera un peso a su amante” y aseguró que esto fuera así mediante un conjuro.
Aunque la situación se resolvió, en apariencia, y el marido regresó a casa, la crisis económica tocó a las puertas y enfermedades inexplicables.
Renunciar a todas sus prácticas ocultistas y confesar a Jesucristo en su vida como Señor y Salvador, fue el camino para romper las maldiciones que pesaban sobre su existencia y las de su familia.

3.2. Romper maldiciones

Cuando descubrimos que las maldiciones a las que nos encontramos expuestos, son el fruto de la desobediencia a Dios abriendo puertas al ocultismo y la inmoralidad, es necesario un sincero arrepentimiento.
Un segundo paso es la confesión de nuestro pecado delante del Señor. Eso incluye no solo los errores propios sino los de nuestros ascendientes. Es la forma de renunciar definitivamente a toda maldición en la que incurrieron nuestros antepasados.
Nuestro Padre celestial instruyó claramente sobre los pasos que deben rodear toda renuncia a las maldiciones: “Sin embargo, al fin mi pueblo confesará sus pecados y los pecados de sus antepasados por traicionarme y por ser hostiles hacia mí. A pesar de todo esto, cuando estén desterrados en la tierra de sus enemigos no los despreciaré ni los rechazaré por completo. No cancelaré mi pacto con ellos destruyéndolos, porque yo soy el Señor su Dios.  Por amor a ellos me acordaré de mi antiguo pacto con sus antepasados, a quienes saqué de la tierra de Egipto a los ojos de todas las naciones, para ser su Dios. Yo soy el Señor” (Levítico 26:40, 44, 45. Nueva Traducción Viviente)
Sólo cuando nos volvemos a Dios, vienen las bendiciones. Él nos ama y desea lo mejor para nosotros y debemos caminar en Su voluntad, en la certeza de que Él trae abundancia y prosperidad, la misma abundancia y prosperidad que quizá por otros medios—entre ellos el ocultismo—procuró alguna vez.
4. Preguntas para discusión en grupo:

a. ¿Sabe qué son las maldiciones?
b. ¿Teme que maldiciones familiares pesen sobre su familia?
c. ¿Ya evaluó cuántos de sus ascendientes pudieron estar inmersos en ocultismo?
d. ¿Ha orado a Dios rompiendo maldiciones?
e. ¿Sabía que Dios desea bendecirnos en todas las áreas de nuestra vida?
f. ¿Siente que su vida espiritual se está viendo afectada hoy?
g. ¿Se ve afectada su economía y ningún centavo le rinde?
h. ¿Con frecuencia su salud se ve resentida?
i. Hoy es el día de declarar en oración bendiciones y rotas todas las maldiciones

3. Oración al término de la Célula Familiar:

“Amado Señor Jesús, Hijo del Dios Altísimo, reconocemos como familia que es por tu infinita gracia, misericordia y sacrificio en la cruz, que nos hiciste hogar bendecido y que por tu amor, derramando la sangre en la cruz, somos ahora herederos de las promesas. Te damos gracias porque somos bendecidos, y tú haces posible que pasemos de las crisis a la prosperidad. Ayúdanos a caminar hoy en fidelidad al Padre celestial, Amén”

© Fernando Alexis Jiménez


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