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Perdonar, esencial para la solidez en la familia

El auténtico perdón, nacido de Dios, juega
papel importante en la familia


1.  Lectura Bíblica: 1 Pedro 5:8; Juan 10:10

2. Objetivos:

2.1. Que al término de la reunión de Célula Familiar los concurrentes comprendan qué es y cuál es el alcance del perdón, y de qué manera nuestra alma se libera cuando perdonamos
2.2. Que al término de la reunión de Célula Familiar los concurrentes comprendan la necesidad de que haya perdón al interior de todos los componentes del hogar.

3. Desarrollo del tema:

El desaliento acompañaba a los esposos que llegaron a recibir orientación, por un convencimiento que les venía rondando de tiempo atrás: el único camino era la separación. Sin embargo, les inquietaba el destino de sus hijos. Tenían dos chicos, uno de cinco y otro de ocho años. Los niños lloraban cuando les veían pelearse. ¿Era justo que, en adelante, no tuvieran padres por el deseo de separarse?


            Nuestro adversario espiritual es quien ha venido sembrando la idea de que el divorcio es la salida a las crisis del hogar. Esa es la razón por la que esta idea ha tomado tanta fuerza. “Si las cosas no marchan, hay que separarse”, es la frase que escuchamos con mayor frecuencia.

            Recuerde que la Biblia nos advierte: ¡Estén alerta! Cuídense de su gran enemigo, el diablo, porque anda al acecho como un león rugiente, buscando a quién devorar.”(1 Pedro 5:8. NTV)

La separación no es, no ha sido ni será jamás una alternativa, por el contrario, constituye la vía más expedita para entrar  en un camino hacia el abismo. Si realmente creemos en un Dios de poder, lo que hacemos es procurar que Él nos ayude.

            Es en momentos como esos, que cobra particular vigencia lo que enseña el autor y conferencista, Gary Rosberg: “Preparar parejas a prueba de divorcio es dirigirlas en la dirección adecuada y prepararlas para el viaje en busca de reconquistar el sueño del matrimonio…existe un camino que conduce de vuelta al matrimonio que siempre quiso. Este camino, arraigado en la Palabra de Dios, es posible y necesario…” (Gary y Barbara Rosberg. “Matrimonios a prueba de divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU. 2004. Pg. 51)

            Es importante—en eso es necesario insistir—que hagamos un alto en el camino y reconozcamos dónde y cómo está nuestro matrimonio, y pidamos ayuda a Dios con el propósito de que nos ayude a restaurarlo.

3.1. Las familias no podemos morder el anzuelo

Usted es padre o madre, y sabe que tiene a cargo unos hijos que ama, pero igual, corren enorme peligro. La sociedad en la que nos desenvolvemos, es una sociedad sin principios ni valores que amenaza, que les ofrece drogas, alcohol, comportamiento inmoral y rebeldía, legitimada por progenitores que soportan el que sus vástagos actúen como quieren.

            Es allí donde reconocemos que nuestro Adversario, Satanás, está detrás del escenario. El Señor Jesús lo advirtió cuando instruyó a sus discípulos y a nosotros hoy: El propósito del ladrón es robar y matar y destruir; mi propósito es darles una vida plena y abundante.”(Juan 10:10. NTV)

            No podemos desconocer, en ningún momento, que hay un enorme peligro, razón por la que—una de nuestras prioridades—es orar por nuestro cónyuge y nuestros hijos. Recuérdelo siempre: no podemos morder el anzuelo.

3.2. Todo comienza tiempo atrás

Quienes más resultan perjudicados con
la falta de perdón en la familia,
son nuestros hijos
El problema de los matrimonios no se produce cuando se está compartiendo la vida. En realidad y si lo medita cuidadosamente, comienza cuando se da el noviazgo. Es allí donde apreciamos si hay inmadurez, falta de respeto del uno al otro, si no hay una adecuada valoración y algo más grave aún: si en medio del noviazgo se incurre en inmoralidad sexual, que es la semilla de un futuro fracaso.

            En ese acercamiento primario es donde descubrimos si quien va a ser el esposo o la esposa, tienen al menos uno de los siguientes comportamientos equivocados:

a. No sujetarse a ninguna autoridad. En el matrimonio, sin duda, no tendrán respeto por el cónyuge.
b. Falta de consideración y respeto por los demás
c. No buscar salidas concertadas a los problemas y las crisis

            Ahora, es cierto, toda situación de crisis tiene solución, pero es necesario que comprendamos nuestra vulnerabilidad como familia, y sometamos todo inconveniente en manos de Dios.

3.3. ¿Qué hacer si hay heridas y dificultad para perdonar?

Todos se sorprendieron cuando Lucía entró por la puerta principal. Y se sorprendieron porque había pedido visitar al asesino de su hijo adolescente. Lo hizo sin asomo de rabia, con calma. Sus pasos por los pasillos fueron lentos. Por fin estuvo en la puerta enrejada. Abrieron la cerradura. Lucía se quedó mirando al hombre, relativamente muy joven, y le dijo con palabras quedas: “Te perdono”.

            ¿Le parece extraño? Sin duda que sí, porque la sociedad en la que nos desenvolvemos, nos enseñó a guardar rencor, y no perdonar. Es un paso esencial que parte de una decisión en nuestro corazón.

            Un matrimonio puede haber sufrido, con el paso de los años, fuertes heridas emocionales que han golpeado a cada uno de los componentes del hogar. “No puedo perdonar”, decía una esposa golpeada emocionalmente por su cónyuge. Los hijos eran quienes estaban llevando la peor parte. Todo el aconsejamiento giró alrededor de la necesidad de perdonar, aun cuando ella decía que era imposible.

            Le invito a considerar lo que enseña el consejero familiar, Gary Rosberg: “El matrimonio soñado no implica que no nos provoquemos heridas. No supone que ya sepamos todo lo que hay que saber acerca del otro. No supone que las circunstancias difíciles no azotarán nuestro matrimonio y de ninguna manera quiere decir que la cercanía y la comunicación se produzcan de manera automática. Puedes viviren el sueño mientras que a la vez te esfuerzas con diligencia por mejorar tu matrimonio. En realidad, ese es el estado normal de una relación matrimonial saludable…” (Gary y Barbara Rosberg. “Matrimonio a prueba de divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU. 2004. Pg. 33)

            Es apenas comprensible que perdonar en circunstancias donde el daño que nos han causado, que genera heridas profundas, no es fácil.

            Solamente Dios puede colocar en nosotros esa capacidad de perdonar, aún a aquellos que deliberadamente nos están causando dolor y daño físico.

            En la Biblia leemos una escena dramática que trae enseñanzas prácticas para nosotros hoy. Tras haber sido hallado culpable de predicar el evangelio de Jesucristo, Esteban –uno de los diáconos del primer siglo—fue condenado a morir apedreado. “Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven llamado Saulo. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió”(Hechos 7:58-60).

            ¿Quién pudo concederle esa capacidad de perdonar a quienes estaban lacerando su cuerpo con piedras? Dios. Él es quien nos ofrece esa hermosa posibilidad, y no solo posibilidad sino poder para hacerlo.
            El texto nos enseña que la voluntad divina es que en nosotros haya perdón, como a su vez lo enseñó el Señor Jesucristo: “Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mi?¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aún hasta setenta veces siete”(Mateo 18:21, 22)

            ¿Sólo pudieron algunos perdonar? En absoluto. Todos tenemos—con ayuda de Dios—ese poder. El apóstol Pablo escribió: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”(Filipenses 4:13)

            Si deseamos perdonar, es esencial someterse a Dios. Un segundo paso es entregarle todo nuestro dolor. Cualquier daño que nos han causado, debe quedar sepultada en el pasado. El presente y el mañana están delante de usted. La única forma de disfrutar lo que resta por vivir, sin rencores, es involucrando a Dios en el problema. El perdón es necesario, y Él con su divino poder le abrirá las puertas para perdonar.


4. Preguntas para la discusión en grupo:

a. ¿Comprende usted la importancia del perdón?
b. ¿Ha pensado de qué manera el perdón contribuye a la edificación de la familia?
c. ¿Por qué razones se le dificulta perdonar en la familia?
d. ¿Ha pedido a Dios la fortaleza necesaria para perdonar?
e.  Una meta que emprendemos esta semana: Pedirle a Dios que nos conceda la sabiduría necesaria para perdonarnos en la familia

5. Oración al terminar la Célula familiar:

“Amado Dios y Padre de los cielos, gracias por tus provisiones, gracias por bendecirnos, gracias por darnos salud y por asegurarnos una sana convivencia en este día. El perdón es algo que valoras enormemente. Enséñanos y ayúdanos a perdonar. Enséñanos también a confiar en ti, que eres nuestro ayudador en todas las circunstancias. Sometemos en tus manos todos nuestros pensamientos y emociones. Guárdanos en este día, Amén”

© Fernando Alexis Jiménez

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